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El Derecho a la vida

El derecho a la vida es el primero entre los Derechos Humanos y, como derecho humano que es, su fundamento está en la dignidad humana. La propia dignidad humana determina los contenidos y la extensión de los derechos fundamentales.
El derecho a la vida significa el derecho a una vida digna, una vida con capacidad  para desarrollar nuestras potencialidades.
La Convención sobre los Derechos del Niño no sólo reconoce el derecho a la vida (art. 6) sino que también observa la necesidad de garantizar al niño un nivel de vida acorde para su desarrollo físico, mental, espiritual, moral y social.
Es responsabilidad primordial de la familia garantizar estas condiciones, de acuerdo a sus posibilidades. En el caso en que no pueda cumplir con esta función ineludible, nuestro Estado deberá proveer los medios necesarios a través de asistencia material y programas de apoyo. Sin embargo, en un contexto de extrema pobreza y desigualdad, como el que se vive actualmente, es muy difícil que el derecho a la vida no se vea vulnerado. 
El proteger la vida humana exige que, desde el momento de la concepción, la madre reciba los cuidados necesarios para garantizar la salud física y espiritual del niño que va a nacer. Es importante promover los cuidados esenciales durante el embarazo, brindando  una alimentación adecuada, descanso, conocimiento de los síntomas de alarma, vigilancia y atención del parto por una persona capacitada.
Un niño nace totalmente dependiente, y a medida que crece va conociendo el mundo que los adultos le enseñamos. Motivarlo y estimularlo en este descubrimiento y expresarle afecto y cuidado durante cada etapa de su niñez y adolescencia es esencial para que logre un desarrollo integral y pleno.
Como cristianos debemos encontrar caminos concretos para amar y brindar apoyo material, afectivo, educativo y espiritual a cada niño, en especial a aquellos cuya vida se encuentre en riesgo. La Comisión de Niñez y Adolescencia, junto con muchas instituciones y otras pastorales, trabaja responsablemente para restituir los derechos de estos chicos a fin de hacer sus vidas más dignas. Recurrir a ellas es necesario para que nuestros esfuerzos se articulen, se multipliquen y no sean acciones aisladas que no den frutos.
Juan Pablo II, en la Carta Encíclica Evangelium Vitae (El Evangelio de la Vida) pide a todos los hombres y mujeres que "respeten, defiendan, amen y sirvan a la vida". Entendiendo que ese es el único camino para encontrar la justicia, el desarrollo y la libertad verdadera en este mundo.

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